sábado, 29 de diciembre de 2012

Anecdota de Enfermero


Voy a contar una de las historias más tristes y más bonitas que he tenido en mi corta experiencia “Profesional” como enfermero.

Fina, mujer de 93 años, con una avanzada demencia senil, un aspecto físico muy desmejorado y una sepsis urinaria generalizándose. Pronóstico malo, muy malo.
 Así es como la describiría si solo se hubiera quedado en mi vida como un paciente, pero algo tenía esa mujer que para mí la hacía algo más.
Su hija, Patri, una mujer educada, encantadora y que se notaba lo mucho que quería a su madre, y el dolor que le daba verla así.

Simplemente hay personas que te generan unos sentimientos más especiales que el resto y esto me pasó a mí con ellas.

Realmente, no eran ni mis pacientes, ya que la planta quedaba dividida entre los tres enfermeros que había y ellas no estaban en mi “zona” habitual, pero alguna vez me había tocado estar con ellas.

Como es en mi costumbre, intento hablar con los pacientes, y sus familiares, preguntarles como están, hablarles un rato y siempre intentar sacarles una sonrisa.

Fina era una mujer que te sacaba ella a ti la sonrisa simplemente viéndola, la típica abuela, ancianita adorable, con voz aguda, quejica y quisquillosa. Siempre llevando unas gafas de gran graduación que llevaban a su vez unos cristales visera para el sol, lo cual le daba una imagen realmente cómica.

Como casi todas las personas con demencia, era muy desconfiada, por lo que antes de poder tomarle la tensión, tomarle el azúcar lo que fuera, tenias que darte a conocer.

Al principio me costaba, el trato con dementes es complicado, pero poco a poco, me fue conociendo, y al llamarla, “Fina, finita!, soy Antonio” y tocándole un poquito la cara se tranquilizaba, te reconocía y aunque a veces empezaba a quejarse, se dejaba tratar.

Siempre me acordaré de sus replicas cuando le tomaba la tensión o le hacía algo que para ella era agresivo, que empezaba “Por favooooor, que soy una mujer de 93 años, soy muy mayoooor”  Incluso llego a apartarme las manos alguna vez, pero es algo que no se puede tener en cuenta, es normal.

Era adorable, pero su hija tambien. Como ya he dicho, era una gran mujer, que me trato desde el principio genial, preocupándose por mí, por mis estudios, mis prácticas, y cada día, a pesar de esa situación tan complicada que estaba viviendo, me recibía en la habitación con una sonrisa.




Inevitablemente la relación profesional-paciente-familiar se convirtió en algo más, cada vez que yo tenía un hueco libre, me dirigía a su habitación para asegurarme de que estaba todo bien, que me contase como había pasado la noche, el día, como se encontraba, lo que le había dicho el médico e intentado que su estancia allí fuera lo mejor posible.


Así fueron pasando los días, siempre yo encima de ellas, haciendo todo lo posible y que estaba  en mis manos, ya que a veces lo de los propios enfermeros de la planta se quedaba corto…
Llegue a encontrarme su sonda vesical completamente obstruida por una sustancia purulenta debida a su infección urinaria y por lo tanto no hacia su función, le realice yo los lavados pertinentes y no me correspondía.

Igualmente, las gafas nasales que llevaba le produjeron erosiones en oidos y nariz, quemaduras en las fosas nasales, las cuales, yo curaba a diario evitando que se convirtiesen en úlceras por presión.

Pequeñas cosas que nadie parecía darle importancia, y precisamente son esas cosas las que luego son auténticas complicaciones, yo no podía pasarlas por alto, para mí esa familia era como parte de la mía, como si fuera mi abuela y mi tía.
Como he dicho, esto era en mi periodo de prácticas, y llegó a su fín.
Por desgracia, Fina, los dos últimos días antes de ir, empezó a pegar un bajón muy importante. Dejaba de contestar, estaba como más fatigada, no reaccionaba a estímulos, no se si apenas reconocía a alguien… La enfermedad estaba avanzando.

La última semana lo pasé realmente mal, a diario llegaba a casa llorando, viendo como inevitablemente estaba empeorando, y yo, yo me iba en breves del hospital…

El ultimo día que yo estaba allí, no encontraba fuerzas suficientes para entrar en esa habitación y despedirme, pero lógicamente tenía que sacarlas de donde fuera. Eran las personas que más habían marcado esas prácticas, y mi vida a nivel profesional sin duda.

Cuando estaba próximo a acabarse mi horario, me dirigí a la habitación…
Allí como siempre estaban madre e hija, Fina mal, un poquito peor que el día anterior.
Me acerqué a ella, y le cogí la mano, le toque la carita como solía hacer y no pude decir nada.

Luego me dirigí a su hija, Patri, y sin que dijera yo nada, sus ojos se llenaron de lágrimas y me abrazo, diciéndome  las palabras que jamás olvidaré:
“Ay Antonio, que te vas… ¿ahora qué va a ser de mi madre y de mi sin ti? Tú has sido quien la ha cuidado, su enfermero, quien más se ha preocupado por ella  y por nosotras, por muy bien que lo hagan tus compañeros, tú has sido quien ha estado con ella, y la has ayudado a mejorar sus últimos días de vida…”



Tras ese abrazo diciéndome esas palabras, me enseño un álbum de fotos que había traído para que yo viera, de su madre de joven, y a lo largo de toda su vida, para que mi última imagen de ella no fuera la de una persona prácticamente agonizante.


Está mal, fatal, que un enfermero se ponga a llorar delante de un paciente y un familiar pero es inevitable, creo que es de las cosas más bonitas que me han dicho y hecho en la vida, y es de lo que más me gusta en mi profesión, la gratitud que te dan algunas personas por simplemente hacer tu trabajo, un trabajo que te llena como profesional y como persona.

Le pedí el teléfono para poder llamarla de vez en cuando para ver cómo iba…

Fui un cobarde, nunca la llamé, nunca volví a verla, pero no porque no pensara en ella a diario, sino porque temía lo que inevitablemente iba a pasar si es que no había pasado, que me comunicase la muerte de Fina.

Quizás no es lo mejor decisión que he tomado en mi vida, pero si se que actué correctamente con ellas, y que las palabras que me dijo y el cariño que me transmitió, era totalmente cierto, y con eso, aunque lo esté contando entre lagrimas que me nublan la vista, soy muy feliz.







2 comentarios:

  1. Hey! Cotilleando aquí y allá por Twitter, a cosa de un RT he llegado a parar a tu blog, y qué decir... Me ha tocado la fibra sensible, especialmente este post...

    Es la típica sensación que tienes de haber leído algo que te ha conmovido y querer darle la enhorabuena al autor personalmente, pues como en este caso es un usuario de Twitter ahí está: Admiro tu pensamiento y no me esperaba encontrar algo así de un fugaz cotilleo "tweetil" (?) así que aquí tienes un seguidor más, sigue escribiendo/siendo así! Nada más y nada menos :3

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  2. Todos los que estudiamos enfermería tenemos nuestra "Fina".

    Me has tocado la fibra con lo que has contado, se supone que todos los pacientes han de ser iguales...pero eso es imposible.

    Te seguiré leyendo. Un saludo :)

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